Recientemente se alzan voces por todas partes para
celebrar –con argumentos pretendidamente históricos– los supuestos hallazgos
arqueológicos que confirmarían que el Mezcal,
esa segunda bebida nacional de México, tuvo sus orígenes en tiempos previos a
la invasión europea. La verdad es que se trata de un sueño largamente
acariciado por muchas personas, pero al igual que muchos otros sueños, como
hipótesis simplemente no se sostiene. En los últimos años el Mezcal ha ganado
una enorme importancia entre los mexicanos y se ha convertido en un nuevo
vehículo para dar a conocer nuestra identidad al mundo, además de representar un
gran negocio. Despues de más de 300 años de ser considerado un artículo ruin (Lozano, 2005) apto para pobres y
alcohólicos empedernidos –por no decir teporochos– hoy ha sido elevado al rango
de deliciosa bebida tradicional capaz de conformar convivialidades y
comensalidades. A estas alturas se ha ganado también el epíteto de bebida ancestral cuya invención sería tentador mandar lo más atrás posible
en el tiempo en busca de un prestigio extra que no requiere, pero no, el Mezcal
no es una bebida prehispánica, y tampoco forzarla a ser prehispánica la hará
mejor.
Se ha discutido mucho el tema. Quienes defienden
los orígenes precortesianos del Mezcal fundan sus dichos en variopintos
descubrimientos arqueológicos a lo largo del territorio mexicano, aunque
también han incluído el sur de los Estados Unidos, Centroamérica y una parte
del septentrión sudamericano. Los hallazgos se dividen en utensilios cerámicos
y hornos subterráneos en los que, afirman, existe la certeza de que se cocían
cogollos de agave. Los estudios también incluyeron una revisión etnográfica de
la fabricación moderna del Mezcal artesanal en zonas aledañas a los vestigios
con la intención de establecer analogías entre los artefactos, instalaciones y
procedimientos actuales y los prehispánicos. Lo que pudieron corroborar fue que
en muchas comunidades se utilizan todavía los hornos subterráneos para la
cocción de las “piñas” y que algunos de los utensilios prehispánicos de
cerámica pudieron probablemente haber
sido utilizados para la destilación. La misma Dra. Mari Carmen Serra Puche,
principal impulsora de esta polémica postura, afirmaba cautelosamente en 2009
que no era posible “concluir y asegurar la existencia de producción
prehispánica de Mezcal” (Serra Puche
y Lazcano, 2012) Sin embargo, hoy en
día esta autora y sus colaboradores han publicado lo que ellos consideran son
hallazgos que definitivamente ponen al Mezcal destilado en tiempos anteriores a
la Conquista y han logrado convencer a no pocos “expertos” y Master Mezcaliers (el título nunca me parecerá suficientemente ridículo),
quienes a su vez se han dado a la tarea de esparcir la noticia sin haber leído
más que cuatro artículos –que por otro lado, son lo único que hay– ni
ejercitado la crítica con el conocimiento necesario. Desde la candidez
patriotera estos personajes creen y predican que el Mezcal es prehispánico
porque es nice y permitirá su mejor
producción y comercialización. Asistimos, qué duda cabe, al nacimiento de uno
más de nuestros tradicionales mitos gastronómicos, esta vez en aras de
construir una egoísta, lucrativa y poco sustentable Denominación de Origen.
¿Por qué no puede ser prehispánico el Mezcal?
Existen varias y muy buenas razones para afirmarlo. Vayamos primero con la
Historia (Sí, con mayúscula), en la que la Sra. Serra Puche no puede influir:
se puede afirmar con contundencia que no existe entre las abundantísimas
fuentes disponibles (crónicas, relatos de viajeros, códices, relaciones,
epistolarios y un largo etcétera) una sola mención de la existencia de la
destilación alcohólica en tiempos previos a la conquista. Con base en lo
anterior, no es posible poner en duda que la embriaguez se lograba en tiempos
prehispánicos sólo gracias a bebidas fermentadas desde una base dulce. Hay que
entenderlo bien: los frailes fueron sumamente celosos de sus prácticas éticas y
morales, por lo que en sus escritos tempranos no dejaron de expresar el horror
y repulsión que les producían cosas inhumanas o inspiradas por el Diablo como
la antropofagia y el consumo de plantas enteógenas o alucinógenas (Sahagún, 1987) Pero de la destilación
no hablaron en absoluto, ni una palabra, por la simple razón de que no la
presenciaron ni supieron jamás de su existencia. La destilación alcohólica por
alambique fue introducida a Europa por los árabes en el siglo XII y no se realizó
en Mesoamérica sino hasta la llegada de los conquistadores.
El hallazgo de
hornos subterráneos y restos de cocción de cogollos de agave está muy bien
documentado por la arqueología seria, sin embargo, una cosa es cocer corazones
de agave para obtener uno de los pocos edulcorantes artificiales que conocieron
los mesoamericanos (y una “golosina” curiosamente conocida también como mezcal) y otra muy diferente obtener
alcohol por destilación de ese jugo dulce fermentado. Los utensilios que los
seguidores de la Dra. Serra Puche proponen como útiles para la supuesta
destilación no fueron recuperados en conjunto, sino de manera aislada, y
pertenecen a distintas geografías y temporalidades. Lo que hicieron estos
arqueólogos fue un imaginativo ejercicio de ensamblaje mental basado en la
información etnográfica actual (que muestra que hoy algunas comunidades
realizan destilación artesanal con un alambique de modelo filipino) y aventurar
que en esos trastes se elaboró Mezcal.
Pero para su infortunio hay un detalle que pasaron por
alto. Tanto los hornos que les sirven de “prueba” (en Tlaxcala) como las
vasijas de forma excéntrica del tipo Capacha
(En el Occidente de México) tienen una antigüedad de 2400 años, es decir,
fueron hechas durante el período preclásico. Si de verdad sirvieron para
destilar alcohol, entonces estaríamos hablando de un descubrimiento portentoso,
memorable, deseablemente repetible y listo para la conquista de la perpetuidad
que, en cambio, fue olvidado. No es posible argumentar razones válidas para que
el conocimiento de esa supuesta destilación destinada a cambiar la ritualidad
mesoamericana (sólo pensemos que permitía “contemplar la divinidad” mucho más
rápido que el pulque y el tepache o el balché) quedara sin continuidad y sin
representación en códices o pictogramas. Por alguna extraña razón que no
explican los arqueólogos el conocimiento de este supuesto descubrimiento
prehispánico no se extendió, no pasó de lo ritual a lo cotidiano ni despertó
los naturales deseos de clandestinidad del ser humano en los próximos 1900 años
hasta la llegada de los conquistadores. En otras palabras, a manera de cuentito
o resumen para no salirnos del huacal,
resulta que alguien hace 2400 años se embriagó con una cosa que por accidente o
ciencia descubrió, pero no se lo presumió a nadie, no compartió su conocimiento
y este se perdió para siempre sin dejar rastro. Para un arqueólogo serio
resulta imposible que un descubrimiento de tal magnitud no hubiera generado un
proceso de larga duración ni encontrado continuidad histórica en un tiempo tan
prolongado. Argumentos simplistas como el de que “era de uso limitado y ritual”
(el pulque también) o de que fue “el secreto mejor guardado de Mesoamérica” no
sólo carecen de sustento sino que caen en el más bajo de los esoterismos,
atribuible solamente a la codicia de quienes quieren lucrar aún más con el
Mezcal estableciendo arbitrarias y convenientes delimitaciones para su
producción y esgrimiendo argumentos históricos para sustentar su supuesto
origen arcaico. En eso fallan y fallarán, porque en honor a la verdad, el Mezcal no pudo haberse destilado en
tiempos preshispánicos.
® alberto peralta
Este artículo forma parte
del libro Mirabilia Gastronómica,
de próxima publicación
Este artículo forma parte
del libro Mirabilia Gastronómica,
de próxima publicación
Muy chafa, bueno nada que venga de un legorreta, puede ser relevante, mas bien, protagonista y bastante ingenuo. Cómo si fuera experto, son expertos en excesos, si, en corruptelas y nepotismos; pequebú.
ResponderBorrarPermíteme sonreír. Ni siquiera me apellido así. Pero no te preocupes, puedes seguir creyendo en Santa Clós. Eso nadie te lo puede quitar. Saludos
BorrarYo pienso exactamente lo mismo. Pero las cartas académicas de quienes lo proponen basta para un magister dixit y parece validar la propuesta. Nada mas alejado de la realidad. En fin.
ResponderBorrarBueno, estamos a la espera de que escriban artículos serios y bien fundados, porque lo que tienen son memes y videítos. Si las cartas académicas de nadie les molestan, contesten como es debido, y no con likes nada más. Porque una cosa es creer algo firmemente, y otra poder probarlo.
BorrarEstimado Alberto me gusta tu artículo. Es claro y contundente y he tenido esta discusión largamente con colegas del doctorado en Estudios Mesoamericanos. Lo que a mi parecer no se ha podido esclarecer, es que si la invención de producir mezcal es colonial, debe de haber testimonios claros de cómo se suscitó el proceso. Y cómo fue posible que de unos cogollos cocidos en un horno tradicional usado desde tiempo atrás, y que como bien dices se comían como golosina, se pasara a la fermentación del mismo con agua. Y de ahí al alambique para destilarlo. Y que la técnica se propagara entre muchas y distantes provincias de la Nueva España. De ser cierta la posición del mezcal colonial, nos faltarían esos testimonios que explicaran cómo sucedió el proceso. Entendería quizás, que en un afán de probar la destilación en la NE, alguien probara destilar el pulque, sustituyendo el mosto de uva del aguardiente europeo tradicional. ¿Será que a la miel del cogollo cocido le vieron parecido al jugo de caña con el que se elabora azúcar y ron? Son incógnitas no resueltas que abonan a la creencia del mezcal como proceso prehispánico. El tema me apasiona. Si tienes datos del mezcal colonial me encantaría conocerlos y me convencería del todo.
ResponderBorrarEso ecplica mi opinion ,es por saber y como dice falta de
BorrarHola. Tengo la impresión de que fue un europeo quien se dio cuenta del potencial para producir y destilar alcohol. Alguien que conociera el proceso del alambique sabría que hay que partir de una materia prima dulce y fermentable. Quizás su primera idea fue el guarapo de caña, usado para rones y aguardientes, pero en la Nueva España esa materia prima no estuvo disponible de inmediato. Quizás notó que de los cogollos de las agaváceas salían bebidas embriagantes, conoció el proceso de horneado y vio el potencial de las "piñas" para descomponerse y producir alcohol por fermentación. Después de identificar la materia prima, la aplicación de la destilación es un paso lógico. Sobre la historia del aguardiente, conocido como "chinguirito" en la Nueva España (y si venía del agave, Mezcal), existe un libro excelente titulado "El chinguirito vindicado: el contrabando de aguardiente de caña y la política colonial", de Teresa Lozano Armendares, publicado por la UNAM. También se pueden consultar los Bandos oficiales de la CDMX (en línea, aquí: https://bandosmexico.inah.gob.mx/menu.html). Por lecturas serias no paramos... Saludos
BorrarRecomiendo el siguiente artículo:
ResponderBorrarMiguel Claudio Jiménez Vizcarra. (Agosto, 2013). El vino mezcal, tequila y la polémica sobre la destilación prehispánica . Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, 1, 76.
Si bien es cierto como lo refiere Theodor Preuss a inicios del siglo XX que "De los mestizos hispanomexicanos aprendieron los huicholes a hacer una especie de aguardiente, o mezcal, del carnoso tronco del agave llamado sotol, que, soasado primero entre piedras calientes y mezclado luego con agua, produce la fermentación"; es muy probable que lo que aprendieron fue una técnica nueva, mientras que los grupos prehispánicos ya tuviesen previamente un método primitivo para destilar.
De acuerdo con investigaciones de lingüística histórica en varias protolenguas de Mesoamerica hacia 2,500 aC. (proto-oaxaqueño, otopame y mangueña) el nombre del "maguey" y su utilización son incluso más antiguos que el del maiz, frijol, calabaza y chile.
Borrar*Fuente: Linda Manzanilla, Leonardo López Luján. (2014). Historia antigua de México. México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas.
¡Estimado Alberto gracias por responder a mis preguntas!Y por permitirme participar de este foro tuyo que respeto profundamente. Sobre los bandos del cabildo que mencionas, son referencia muy oportuna. Me encanta la parte en la que el virrey don Juan de Acuña dice: "Por cuanto la detestable malicia de muchos indignos y desalmados hombres, haciendo con declarado abuso, público alarde de sus delitos, sin temor ni respeto a las leyes, cédulas reales, ordenanzas y otras repetidas prohibiciones, han introducido, y se han extendido por todo el reino, muchos abominables géneros de bebidas, como son aguardientes de maguey, de caña, de miel, cantincata, ololinque, mistelas contrahechas, vinos de cocos, sangres de conejo, binguíes, tepaches, mezcales, guarapo, bingarrotes y otras muchas que con semilla de árbol del Perú, piñas y otros asquerosísimos y venenosos ingredientes componen y fabrican..." El bando lo incluye Fernando Sánchez Ugarte en el libro "Los estancos de la Nueva España." Publicado por la COFECE en el 2000. Y ahí el autor afirma afirma "Aunque en la mayor parte del territorio no se utilizaba la destilación para obtener aguardientes, al parecer ya se conocía el tequila en la época prehispánica elaborado por la tribu de los tiquila o tiquilos en Amatitlán, Jalisco;" y cita como respaldo de dicha información a la "Enciclopedia de México" la cual ya no tengo en mi biblioteca para verificar la entrada. Pero es posible que dicha publicación sea el origen de la afirmación del mezcal prehispánico. Ahora bien, tomando tu propuesta de que fue un europeo quien lo inventó en la colonia, te propongo que hagamos un ejercicio de imaginación histórica. Supongamos que don Juan, Peninsular de la provincia de Andalucía y de oficio destilador, llega a la Nueva España en el siglo XVII a hacer la América. Un día se queda sin insumos para sus aguardientes de uva o caña. Y quiere la Divina Providencia que vea cómo los indígenas de Antequera cuecen piñas de maguey para obtener una golosina muy peculiar que a ellos gusta mucho. Y él piensa que por ser tan dulce, de ella se puede obtener un destilado sabroso. Así que les pide que le vendan veinte de esos cogollos cocidos. Y como a los indios les sobran esos cogollos silvestres que deben de ser capados un año antes para concentrar las azúcares, pues se los venden. Y él decide usar el molino de trigo de su compadre Antón para moler todas esas piñas. Y luego fermenta la pulpa con agua por varios días hasta que decide destilar el tepache. Y su invento es de tal éxito que los pueblos de distintas comarcas en el centro, sur y norte lo imitan y se vuelve un éxito.Y ya en el siglo XVIII la producción y consumo de este y otros destilados son un problema para las autoridades de la Nueva España que el virrey continúa diciendo: "todas [las bebidas destiladas] dañosísimas a la salud y contra las buenas costumbres, de que se originan no sólo las embriagueces sino muchos excesos de latrocinios, sacrilegios, homicidios, hostilidades, nefandos e incestuosos desafueros y otros innumerables pecados, maldades y delitos que continuamente se están experimentando, con lastimosa perdición de sirvientes, esclavos, oficiales, y lo que es más, de muchas personas de calidad y distinción que son comprendidos en semejantes excesos, o bien por el celo de la embriaguez o por la insaciable codicia de excesivas y reprobadas ganancias, por las cuales tienen por sí y de su cuenta fábricas, o hacen sombra, y patrocinan por lo que les contribuyen los fabricadores y delincuentes." Eso daría para un documental sensacional. ¿Crees que fue así? Las culturas originarias ¿Tan solo aportaron un insumo para abonar a la cultura de destilados europeos difundida en el Nuevo Mundo? Te mando otro abrazo y espero con ansias tus comentarios.
ResponderBorrarEs posible que toda teoría o supuesto resulte válido. A mi en lo personal me gusta la idea de lo accidental en la cocina, pues creo que muchos procesos que actualmente tenemos pudieran ser consecuencia de una casualidad, de un chispazo o hallazgo (sin más, la leyenda del mole relativa a que el chocolate cayó a la olla por accidente, es un buen ejemplo). La verdad es que tenemos datos para afirmar la presencia tardía de la destilación, ya en tiempos novohispanos, y cero datos para afirmar lo prehispánico de la práctica. Por otro lado, es posible que se hayan aportado otras materias primas. Ignoro si se obtuvo alguna vez un destilado del tepache, o si se podía obtener también del pulque. En general me parece que la historia de esas bebidas destiladas ha sido muy bien documentada, con todas sus complicaciones; algunos destilados eran alterados al llegar a costas mexicanas, y también algunos vinos fueron adulterados con azúcares y destilados para "tapar" su mal estado tras el largo viaje. De ahí salieron rosolis y otras bebidas, ya consignadas en recetarios españoles y catalanes medievales. En fin, de verdad, tomado con seriedad es un tema que da para mucho. Saludos!
BorrarHola! me interesaría mucho conocer su opinión con respecto a los nuevos estudios realizados por los etnoarqueólogos Jesús Carlos Lazcano Arce y Mari Carmen Serra Puche.
ResponderBorrarSaludos!
muy bien argumentado, mucha razón y me he reído mucho con el "masters mezcaliers" gracias por esta aportación.
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