Algo semejante pudo suceder con el Libro de cocina para el uso y
asiento de Doña María de la Lus Tissier, fechado en el año de 1823. Se
trata de un documento amplio, de 197 páginas
manuscritas con bella caligrafía en el que intervinieron al menos tres manos
diferentes. La limpieza de los textos (con sólo un error o enmienda visible)
indica que la mano principal pudo ser la de un escribano, reforzando con ello
la idea de que el libro de cocina fue un regalo a Doña María de la Luz, y que sus
fórmulas fueron trasladadas de un documento más antiguo. Si bien la fecha
consignada en el documento es 1823, se puede concluir por la caligrafía, las
cantidades y medidas, la ortografía y las abreviaturas –además del tipo de
recetas que fueron transcritas en él– que el contenido del libro de cocina
corresponde al siglo XVIII.
Primera página de la "Tabla de los guisos que contiene este libro". |
Resulta difícil saber quién fue Doña María de la Lus Tissier,
por qué le fue regalado el formulario y cuál fue el documento utilizado como
fuente. Las fórmulas contenidas en el recetario se ajustan en lo general (mas
no en lo particular) a las de documentos contemporáneos que conocemos como el Quaderno de guisados, el Libro de Dominga de Guzmán, el “Recetario novohispano”, el “Libro de cocina de la gesta de Independencia”,
el Libro de cocina de Fray Gerónimo de
San Pelayo y el Recetario Mexicano, ya publicados por
Conaculta. Será necesario asimismo un análisis más profundo para comparar
recetas homónimas entre estos documentos para ver si se manifiesta el mismo fenómeno
que se observa en los del siglo XIX, que en muchas ocasiones presentan fórmulas
copiadas textualmente de uno y otro, o bien, retoman recetas publicadas en libros
y diccionarios impresos de éxito editorial, tanto nacionales como extranjeros.
En el Libro de cocina para el uso y asiento de Doña María de la Lus Tissier se observan algunas particularidades que por el momento no permiten precisar un origen geográfico, aunque de primera mano parece ajustarse al centro de la República y al uso de una familia de raíces europea. En sus páginas quedaron atrapadas recetas queretanas, oajaqueñas y veracruzanas, pero también “castellanas”, “moriscas”, “portuguesas”, “genobesas”, “aragonesas”, “sebillanas” y “francesas”. En el documento llama la atención que no se asomen de manera manifiesta recetas mexicanas ni objetivamente poblanas (aunque sí una “nacional”), y si bien aparecen los predecibles moles, éstos no son de guajolote, sino de “poyos” o gallinas y con nombres interesantes como “regalado, nebado, de sacate, francés, portugués, embarrado, “de Oajaca” y “mancha manteles” que no se observan en otros de los recetarios conocidos. Se hacen presentes también recetas antiguas de la Nueva España como los antes, los vienmesabes, los huevos moles y el gigote. El libro consigna también algunas preparaciones con nombres familiares e incluso lúdicos, como “el viudo”, “el afligido”, “el sángano”, “el loco”, el “chululteco”, el “no tiene nombre” y “el como lé llamado” que le dan un tono familiar al libro. Se observa asimismo el uso de utensilios mexicanos como el metate, el “comale”, la batea y la xícara, así como la recurrencia de ingredientes como el chile, el tomate, la seboya o el gitomate y de otros, como el huacamote (“camote de árbol”, nombre nahuatl para la yuca), que resultan una diferencia con otros libros contemporáneos. Finalmente, entre las medidas utilizadas destacan la libra (450 g aproximadamente), el quartillo para háridos (500 g aprox.), la quarta (¿?), las tazas (250 ml) y medidas corporales como el puño o puñito.
® alberto peralta de legarreta
No hay comentarios.:
Publicar un comentario