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martes, 6 de agosto de 2019

Llamando ocupantes… a una reunión que no sucedió

Es probable que corriera el año de 1986. El tianguis de música del Chopo ocupaba cada sábado las banquetas de la calle de Dr. Enrique González Martínez y yo, asiduo y pertinaz visitante, rebuscaba entre cientos de LPs de 33 1/3 revoluciones usados, que por permanecer bajo el sol inclemente durante largas horas, y muchas veces debido a su venerable edad, requerían de una revisión exhaustiva si uno quería evitar desagradables sorpresas. El ritual consistía invariablemente en tomar el disco (en ese tiempo no existían “puestos” en ese mercado. Todos ponían su mercancía sobre el piso) levantarlo, darle la vuelta para verificar la lista de canciones (como si algo en ese ejemplar fuera diferente a lo que ya se conocía) y preguntar el precio al vendedor. Conocer el valor del disco solía ser un confiable indicador de su estado de conservación, pero de todos modos se imponía solicitar con una mirada que se nos permitiera sacar y mirar el vinilo –decíamos “acetato”– para cerciorarnos de que no tuviera rayones ni estuviera torcido por el calor. Satisfecho, uno sacaba los pocos pesos que costaban esas cosas y, no sin antes intentar un inútil regateo, pagar. 
Así fue como, en la esquina de González Martínez y Héroes ferrocarrileros, descubrí una mañana el LP de Klaatu, el grupo misterioso. Es probable que el disco costara unos 70 o 90 pesos, no lo recuerdo bien. Pero era demasiado para mi, que había hecho algunas pequeñas compras de sencillos 45 rpm y me había quedado sin dinero. Después de una revisión con la que comprobé que el disco estaba extraordinariamente bien cuidado, tenía aún su funda de plástico y conservaba su funda con letras, rogué al vendedor que me lo guardara para la otra semana. Se trataba de un tipo no demasiado amable que, de hecho, se negó a apartármelo sin un adelanto que obviamente no estaba en condiciones de ofrecer. “Si no sale, aquí va a estar la otra semana”. Dejar aquel hallazgo ahí tirado fue algo angustioso, no lo puedo negar. ¿Por qué la urgencia? Porque aquel era para mi un disco mítico del que sólo había leído breves y fantasiosas leyendas (que por ello tenían posibilidades de ser verdaderas) en revistas como Conecte y en un libro recién robado a un amigo y aún conservo: The long and winding road. A history of The Beatles on record


Para no dar demasiadas vueltas, el disco tenía algo de importante porque desde su publicación en 1976 se rumoró que era producto de una reunión secreta de The Beatles. Muchas cosas en aquel disco parecían apoyar la teoría una reunión. Primero que nada, que en la portada no aparecía una fotografía de la banda, sino un gran sol humanizado levantándose sobre un paisaje natural (“Here comes the sun”). El álbum tampoco tenía título, y este tampoco podía hallarse en el lomo ni el centro impreso del acetato. Muchos años después descubrí que se titulaba “3:47 EST”, cosa que en vez de aclarar algo lo volvía mucho más oscuro. Resultaba inevitable tratar de encontrar alguna pista que denunciara alguna huella beatle en la portada (como si se tratara del Sgt. Pepper o Abbey Road con el asunto de la supuesta muerte de Paul), y en muchas ocasiones creí ver “algo” en los extraños seis (¿o siete?) arbustos que asomaban en la parte baja del marco ornamental que envuelve la imagen.


El asunto misterioso no paraba ahí. El disco fue publicado por EMI-Capitol y la temática mágico-espacial del disco, que en nada concordaba con la portada ecologista, también parecía sospechosa. Era más o menos homogénea y las canciones tenían letras llenas de palabras cultas que requerían del uso un diccionario; tanto, que incluso mi maestra de inglés tuvo problemas para traducirlas (tanto para que no dijeran nada importante). En opinión de muchos, aquello escondía algo, aunque no quedaba claro qué, y la música no hacía sino acrecentar las suspicacias, pues sin duda alguna era notablemente beatlesca. Pensando mal o movido por la ilusión, cualquiera escucharía la voz de John Lennon en la canción que abría el disco, Calling occupants of interplanetary craft. Tampoco era difícil creer que la guitarra slide de California Jam fuera del mismísimo George Harrison, y desde luego, una de las dudas más serias surgían en Sub Rosa Subway,  una canción muy en el estilo de Paul en la que los efectos estéreo recordaban tanto los utilizados en Magical Mystery Tour. “Ringo” en modo alguno parecía ausente en esta supuesta reunión; el baterista de Klaatu supo emular con maestría los redobles zurdos y su sentido único del ritmo, de manera que muchos creyeron no sin cierto frenesí en la mítica reunión, que por cierto bien pudo haber sucedido, pues los cuatro músicos estuvieron juntos (aunque no revueltos) en algún momento de 1974 para grabar el álbum Goodnight Vienna de Ringo.
Tengo la impresión de que 3:47 EST es un disco infravalorado, así como la agrupación canadiense que lo firmó con una clara intención de homenajear a The Beatles. Mi primer contacto con Klaatu fue la compra de un sencillo 45 rpm afuera del Cine Latino, durante una proyección muy extemporánea de Help!. En la cara A aparecía Sub Rosa Subway y en la B, una versión corta y alternativa de aquel llamado a celebrar el “Día mundial del contacto”, Calling Occupants of interplanetary craft, que tan patéticamente copiaran los Carpenters el mismo año de su lanzamiento. 
A pesar de cierto impedimento que incluía la intervención quirúrgica de un familiar, y de la petición expresa de que no fuera al Chopo y acompañara a todos al hospital, el sábado siguiente me escapé temprano y llegué al tianguis en el momento en que el vendedor huraño sacaba su mercancía. No me recordó, ni creo que tuviera idea de tener aún el disco de Klaatu. Tuve que rebuscar nuevamente en su enorme pila hasta que di con él. Incrédulo, o no sé qué, lo tomé, le di la vuelta, leí el listado de canciones, volví a sacarlo de su funda y volví a preguntar por el precio. Sin ánimos de regatear esta vez pagué lo estipulado y salí corriendo del Chopo no sin lamentar un poco no poder quedarme a mirar un poco más entre punks erizos y rockeros de chamarras plagadas de zíppers.
Cerca de diez años después descubrí que Klaatu no había sacado sólo ese disco, que habían desmentido ser los Beatles, que pubicaron una obra maestra llamada Hope que competía en genialidad con A night at the Opera de Queen y que habían terminado sus días juntos con un disco llamado Magentalane. Hasta hoy, ya con una copia en CD y cada una de las canciones digitalizada y portátiles, no sé si es la música, la controversia o las peripecias para poder conseguirlo y conocerlo.  3:47 EST sigue siendo uno de mis discos favoritos en la vida.

apl agosto 19

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